jueves, 8 de julio de 2010

León

Supe por primera vez de León Gieco cuando en el coro de la secundaria, en primero o segundo año, Lía, la profesora, nos hizo cantar “Sólo le pido a Dios”. En casa sonaba música en inglés, y mi hermana y yo bailábamos al son de “Walk of life”, de Dire Straits. Entre el Coro Juvenil, al que entré a los 10 años; y en general, la vida en la secundaria, empecé a escuchar a Sui Generis, León Gieco, Alejandro Lerner, cuyas letras copiaba en cuadernos.
Escribir siempre supone poner en claro las cosas que uno sabe o no, es quizás una de las mejores formas de dejarlo claro. Lo que no se puede escribir de forma coherente, en una buena frase, quizás no se sabe del todo. Y yo soy incapaz de decir qué otras canciones de León escuché y canté y en qué circunstancias, hasta Mensajes del Alma. Supongo que escucharía “Carito” en algún encuentro de coros, en las trasnoches con guitarra sonaría “El fantasma de Canterville”, pero no lo puedo afirmar con certeza. Lo cierto es que de a poquito, y con sus preciosas melodías y las comprometidas letras, fue entrando en mi mundito, hasta que me compré Mensajes del Alma. En esos días se hablaba del 5º centenario de la llegada de Colón a América, y allá se hablaba no del descubrimiento ni de la Raza o de la “Hispanidad”, sino del impacto que tal acontecimiento tuvo para la cultura, la vida y los recursos de quienes vivían en aquellas tierras. En el Coro Polifónico de 9 de Julio cantamos “Cinco siglos igual” y bueno, en cuanto viajé a Buenos Aires, me compré el CD original. Sabía también de “Todos los días un poco”, y me maravillé con todas las otras canciones, bellísimas y aún así, cantando a la memoria social, a los pequeños milagros.
Después, años después, me compré “Orozco”. Mis amigos hablaban del disco, lo escuché, miré las letras, y otra vez, cuando pude, me lo compré. Era algo distinto, más atrevido en lo estético, pero igual de comprometido, de León no se podía esperar otra cosa. No tenemos previsto que nos defraude, él no. Seguía hablando de las maravillas de la vida: “Pero bajo la piedra pesada de los tiempos, la flor va a darnos su escándalo”; y también de los imbéciles que culpan a los chicos de la pobreza. Y de “Alas de tango”, alguien me dijo que es la primera canción que le escribió a Buenos Aires, a pedido de su mujer, que le venía diciendo que ya era hora. No sé si es cierto, pero es tan bonita, tan dulce que si fuera así, bien estuvo ese tiempo de espera.
Para cuando tuve estos discos, y cuando casi todos sus temas me encantaron, ya sabía bien quién era León: el que canta la justa, con la voz más dulce y la melodía más armoniosa. Y que tiene el piano de Luis Gurevich, impresionante pianista, tanto que un día, escuchando “Cinco siglos igual” en mi pieza, cuando todavía estaba en 9 de Julio, saqué el librito y me fijé quién tocaba ese piano que solo se bastaba.
Y la otra semana, a través de la página de Casa de América en Facebook, me enteré que León Gieco estaría ahí, acá, este martes 6. Me anoté como asistente al evento, y me lo grabé en mi memoria. No me lo podía perder. El martes hablé con Claudia para ir, me imaginaba que ella iría y ese era su plan, pero finalmente no pudo ir. El evento estaba programado para las 7 y media, y coincidimos en que sería prudente llegar un rato antes, porque el aforo era limitado. Llegué 7 y 10, pedí las entradas con toda confianza... y eran las últimas dos, en primera fila. No sabía si iría Javi, así que lo llamé e insistí hasta que me enteré que no iba. Era ya la hora y cuando iba a entrar, miré a quién le podía dar la entrada, no fuera que alguien se lo perdiera. Había mucha gente alrededor de la puerta, y se la ofrecí a una chica, que parecía estar sola. En efecto, estaba sola y se alegró mucho por mi gesto. Entramos juntas y nos sentamos, en primera fila.
Cuando llegaron León, Sebastián Schindel y Fernando Molnar, todos aplaudimos, y mucho. El moderador les pidió que presentaran brevemente la película y así lo hicieron, Sebastián comentó su sensación de temor antes de encarar el proyecto, y León nos dijo que al final nos contaría cómo surgió la idea de la película, pero nos habló de los chicos: “son siempre buenos. Porque la gente que no tiene discapacidades es buena, buena, buena, hasta que un día es mala. Ellos no, son todo corazón”. Cuántas expectativas tenía yo... Y casi sin más preámbulo, empezó la peli.
El primero en aparecer es Alejandro Davio, que va buscando una guitarra acústica. Qué mirada que tiene ese chico, tan dulce, tan profunda... Acá en España, cuando alguien es bueno, muchas veces dicen que es un sol. Todo el elenco de “Mundo Alas”, cada uno de los artistas, son soles, que brillan con su propia y muy personal luz. Cada uno aporta algo distinto, una magia que se ve en sus ojos, en su forma de hablar, de relacionarse con los otros y con la música. Y yo lloré, me emocioné, me reí, me conmoví con la película, con la historia de un grupo de gente que pese a las dificultades, hace lo que le gusta, lo que le hace bien, y eso lo hace grande.
Cuando terminó la proyección, los aplausos fueron quizás más que al principio, creo que no me equivoco si digo que nos había movido a todos.
Y por fin León nos contó cómo había empezado todo. Nos contó que cuando él estaba recién empezando, le hubiera gustado que lo invitaran a tocar los artistas de los que era telonero, que de alguna manera lo hicieran partícipe de su espectáculo. Entonces, él tiene ese gesto con los que se acercan. Y nos contó, por ejemplo, que Maxi Lemos se le presentó en el aeropuerto de San Luis, con su papá, y le dijo que él sabía todas sus canciones. Entonces León le contestó: “A ver, cantame una”. Y él le cantó “Carito”. Y León lo invitó a Villa Mercedes la semana siguiente, para que cantara con él. Pancho se le presentó después de un concierto, en su camerino, y le preguntó: “Maestro, ¿cómo puedo hacer para ser famoso como vos?” Y León le colgó la armónica del cuello. Según León, la culpa de todo es de Pancho, que le pidió por favor que quería conocer al presidente, Néstor Kirchner entonces. “Néstor” lo invitó a la Casa Rosada, le mostró todo. En el Salón Blanco, le comentó que habría que hacer un concierto para “limpiar” de alguna manera la memoria de ese lugar donde juraron tantos dictadores. Y cometió el error de darle su número de celular personal a Pancho. Él le empezó a insistir, para hacer el concierto. Lo llamaba a cada rato: “Néstor!” Hasta que “Néstor” lo llamó a León y le dijo que hiciera lo que tuviera que hacer para organizar ese concierto. Y León llamó a todos los chicos y chicas que conocía que hacían música y que, como Pancho, tenían alguna dificultad. El recital “Salón Blanco diferente” lo hicieron el 25 de agosto de 2006 y lo pasaron por Canal Encuentro un 1 de enero a las 10 de la noche. “Buenísimo el día, y el horario, ni te digo”, ironiza León. Lo cierto es que fue una conmoción, lo vio muchísima gente, incluido el director del Instituto de Cine, y les propuso hacer una película. Una película que ganó varios premios, pero que para sus protagonistas, el mejor es ser promotores de una de las salitas del Hospital Garrahan (donde muchos de ellos estuvieron hospitalizados) para que puedan quedarse los familiares de los niños del interior, que no tienen dónde alojarse. Los pies de Antonella, que pintan maravillas, pintaron a Tévez y ese retrato es ahora la imagen de una marca deportiva. Carina le dice a León que “queda feo decir que quiero vivir DE la música, es mejor GRACIAS a la música”. Demián estuvo dos años llorando después de su accidente, y su mamá, un día en Buenos Aires vio un cartelito que decía “Enseñamos danza a discapacitados”. Dice León: “Buenos Aires tiene eso, tiene de todo, tiene maravillas”.



Cuando terminó el coloquio, algunos afortunados pudimos pedirle un autógrafo o una foto, apurados por una señora que nos quería sacar a todos de la sala. Yo le pedí que me firmara “Mensajes del alma”. Y de ahí, con Jazmín, nos fuimos al anfiteatro, para ver la Clase Magistral. Nos hacía ruido la panza del hambre, pero no importaba. Otra vez nos pusimos en primera fila, y lo esperamos. Fue algo distinto, original, contó, cantó su relación con el cine, y con la historia. “Hombres de hierro”, “La cigarra”...
Cuando dijo que se iba, fuimos pocos los que insistimos con “otra”, así que no se justificaba que volviera. Pero se había ido tan rápido que nadie tuvo la oportunidad de pedirle esa foto, ese saludo, y nos pusimos al acecho al lado de la puerta. Y por ahí yo aviso: “Le ofrecieron salir por el otro lado, pero viene por acá”. Venía para encontrarnos a todos, sabiendo que le insistiríamos con una, otra foto, un autógrafo... Y nos atendió a todos. Muchos podrían decir que de eso vive, que para eso está, o lo que sea. Pero muchos artistas, amparados en esa especie de aura que se les otorga, se alejan de la gente y no cuidan su público. León no, León se queda, una foto, otra, no salió, esperá! Y el ahí, bien predispuesto y con una sonrisa. Gracias León, gracias a vos.

1 comentario:

  1. Grande León y muy linda la peli, vale la pena verla...

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