lunes, 5 de julio de 2010

Las personas y las redes sociales

Hace tiempo que vengo pensando sobre este tema, que surge y vuelve a surgir en mi entorno cuando le explico a mi papá o a Javi (otro ingeniero e investigador) qué es Twitter, por ejemplo, o cómo funciona Kroonos. O por qué fui al Eats&Twitts, o al Mojitos&Tweetts, o cómo es que vino Manu a casa el viernes a cenar, y de paso a conocernos, o por qué me apetecía tanto conocer a Sofi y a Vicky, aunque no hiciéramos mermelada.

Mi primer paso en las redes sociales fue en Kroonos, en marzo del 2008. Ya entonces se hablaba de la crisis, y de las opciones para encontrar cosas gratis: ayuda, consejos, degustaciones de comidas, favores de todo tipo, y varias cosas del estilo. Muchas ideas eran buenas y adecuadas, pero a mí me cautivó la propuesta de usar el tiempo como moneda de cambio. Al fin, toda la valoración que hacemos de las cosas –materiales e inmateriales y muchas otras cosas que saben los expertos en economía-, además de la oferta y la demanda, viene de cuánto tiempo lleva desempeñar la tarea o producir el bien. Pero además, me gustaba la idea de conocer gente nueva con la excusa de hacer algo juntos. Lo primero, fue enseñarle a tejer punto a Soledad. Entre una cosa y otra, la reunión se fue postergando, pero finalmente fui a su casa y con un rico té, al mejor estilo inglés, nos pusimos a tejer, y a hablar. Teníamos cosas en común, y volvimos a vernos varias veces más, con más cosas en la cabeza además del punto.
Ese mismo verano, Chivina me hizo el dobladillo a máquina a una lona que desde entonces llevo a la piscina todas las tardes, y de vacaciones adonde sea que vaya. La tela la había comprado en Argentina unos días antes de viajar de vuelta y no hubo tiempo para hacerle el dobladillo allá, y tiene más o menos un metro y medio de ancho por dos de largo, así que hacerlo a mano sería bastante trabajoso. Me acuerdo de ese día en casa de Chivina: la máquina le estaba dando guerra, y yo entretenía al pequeño Elías, que tendría un año y medio (o algo así) y que cuando me fui, se puso a llorar...
Después puse algunas ofertas más, de recetas de cocina, pero no tuve la suerte de compartir una comida porque me las pedían gente que vive fuera de Madrid (y lejos) y bueno, se las di pero no las hicimos juntos.
Ese invierno fui a la casa de la mamá de Hilda, a buscar una mesita para el portátil que me mandaba Motacilla desde El Vellón. Una mesita que me ha venido de maravillas y sigo usando, feliz de estirar su vida útil. Y también fui a Alcorcón, a que Ana me enseñara a tejer con bolsas de plástico. Yo tenía la cocina llena de bolsitas y me encantó la idea. Intentamos coincidir con Soledad y Aránzazu, pero no hubo suerte; de hecho a Aránzazu todavía no la he conocido.
Y Elía me ha regalado un ventilador y un set para llevar la comida al trabajo (con dos tuppers y un bolso). Un ventilador que en estos días nos viene muy bien, y los tuppers herméticos han salvado los apuntes de Javi de rastros de salsas y demás preparados.
Después de casi un año y medio, dos chicas me piden que hagamos mermelada. Era marzo, venía Semana Santa, después una cosa y otra, mail va, mail viene, y recién ayer fuimos Vicky y yo a verla a Sofi a Alcalá, donde vive. Pasamos una tarde estupenda, charlamos bastante, aunque hemos paseado por la ciudad en lugar de hacer mermelada. La cuestión era juntarnos, y conocernos. La mermelada, seguramente la haremos a la vuelta de Vicky de Granada, cuando traiga fruta, según nos ha dicho, a muy buen precio.
Dos años después, esta primavera, fue el turno de Twitter, donde llegué alentada por mi amiga Claudia. Y en cuanto surgió la primera oportunidad de “desvirtualizar”, como dicen por aquí, me apunté. La idea era de Mónica, y me enteré por Yolanda. El programa era ir a la Feria del Libro juntos, y allá fuimos. Éramos poquitos pero estuvo bien para ser la primera vez. Ahí conocí además a Celia y José, y me hablaron del Eats&Twitts, ellos se habían conocido allí. Pasamos una tarde muy linda, mirando todas las casetas de la Feria y buscando libros de dinosaurios para niños de distintas edades: los dos de Yolanda y su sobri. Poco después fui al Mojitos&Tweets, donde me tomé unos ricos mojitos y conocí a mucha gente interesante: Gaby Castellanos, Chechi, Ilde, Pablo; y al días siguiente, fuimos con Claudia al Eats&Twitts. La mesa que me tocó fue muy interesante, pero las charlas no terminan ahí, vas andando, sonríes un poco, y te presentas o te saludan, y vas conociendo gente. Con iniciativas interesantes, con ganas, que hacen las cosas de otra manera, o que usan la red de una forma innovadora para un negocio tradicional, como Daniel o el sastre cuyo nombre no recuerdo, que me presentó a Silvia Campos, una madre que quiere que todos los niños se integren y puedan jugar juntos. O Carlos Molina, que me vio y me saludó: “Tú eres Julieta”.
Las redes sociales, para mí, valen en cuanto te conectan con la gente, ese es su verdadero sentido. Me gusta hablar y escribir, pero para comunicarme. Para decir cosas que me importan, para escuchar y leer contenido, no sólo datos técnicos. Para compartir sensaciones, experiencias, para saber que hay otra forma de hacer, de pensar y de encarar la vida. Para sentirme contenida, para dar una mano. Cuando en las redes pasa eso, es porque la gente con la que te relacionas hace una diferencia en tu vida. Y es fantástico.

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