Tarde de tejido gris

Ayer a la tarde, una tarde que fue tornándose cada vez más plomiza, por fin fui a Madrid Knits. Se preguntarán ustedes qué es. Les cuento: es una reunión semanal en un café de Madrid, cuyo objetivo es tomar algo, charlar y tejer (digamos que en el orden y la proporción que cada una decida cada día). Hacía tiempo que las seguía por el blog, pero siempre había una cosa u otra que me hacía cambiar de plan. Llegué, nos presentamos y empecé a mirar qué hacía cada una. Cuántas cosas lindas! Agujas muy finitas, varios colores, y esos patrones con muchas indicaciones que a simple vista (y charla de por medio, insisto) parecen imposibles.
Yo aprendí a tejer gracias a (y con) mi abuela, esa de la que siempre hablo, la que estaba orgullosa de haber nacido en Río Cuarto (Córdoba, Argentina) pero era a todas luces una inglesa como cualquier otra. Y ella tejía con tanta naturalidad! Por lo menos tejía un par de veces al día: sobre el mediodía, cuando ya tenía todo el almuerzo organizado y ya le había servido el "drink" a mi abuelo; y a la tardecita, cuando ya sólo era cuestión de decidir a qué hora cenábamos (nunca después de las 21.15). El tejido la acompañaba a todos lados, para eso tenía una bolsa con patas de madera como tijeras, que se podía parar en cualquier lado. Y también se lo llevaba en el auto, en los viajes de larga distancia, aunque recordaba que era un hábito peligroso. Siempre me ha hecho preciosos "pullovers", muchos de los cuales sigo guardando con mucho cariño. Y siempre me quedaban bien.
Lo cierto es que yo, como ella, no sigo patrones. Ella me enseñó todo tal como lo hacía, y aunque tenía revistas, no seguía exactamente las instrucciones. Nos tomaba las medidas y listo! Así que para mí es materia pendiente.
Me encantó ir ayer a compartir parte de la tarde al café, y ahora que lo hice, intentaré volver todas las veces que pueda. Las "chicas" de Madrid Knits no enseñan a tejer, supongo que las que vamos ya estamos suficientemente motivadas y tenemos la base. Pero si me enseñan (si me ayudan) a leer los patrones me sentiré más que feliz. Y en ese hábito de reunirnos a tejer, no podré dejar de recordar las reuniones del "Guild" a las que iba mi abuela con sus amigas. Se juntaban para hacer manualidades juntas, que luego vendían en un par de ferias anuales que organizaban en un colegio y cuyo beneficio iba íntegro para la beneficencia. Ayudaban así a los Bomberos Voluntarios, al Hospital, al Hogar de Ancianos... Los hombres se encargaban de las cuentas y la tesorería y "the girls" (entonces ya rondando los 70 como poco) se dedicaban a las relaciones públicas y la venta, cosa que les salía naturalmente: eran adorables. Y todas juntas, mucho más.
Creo que nunca superaré en el tejido a mi maestra, mi Mary, pero he dado un primer gran paso. Y estoy más que motivada.