Pero a mí me llaman la atención los libros que leen los otros viajeros. Viajeros que se mueven por Madrid pero que están realmente donde les llevan sus libros.
Si yo no estoy absorta en mi lectura, me entretengo mirando a los otros: miro sus caras, su ropa, su estilo, y su libro.
Me detengo en ver si lo forran, si le reservan una bolsa especial, si es muy largo (y en tal caso, por dónde van), dónde dejan el señalador (o marcapáginas, como también lo llaman) cuando empiezan la lectura, en qué idioma está escrito, la edición...
Y lo más importante, la relación que establecen con su libro. Porque hay formas y formas de leer. Está el que lee sólo cuando se sienta y se puede acomodar, el que hasta que no encuentra el momento propicio no se deja llevar. También hay quien, como lo tiene en la mano todo el tiempo, en cuanto entra al vagón lo abre y empieza a leer, aunque si hay mucha gente se abstiene. Y están aquellas personas que leen a toda costa, incluso con el libro en vertical sobre la espalda del que tienen a unos pocos centímetros, porque leer es casi imprescindible. No sólo porque así el viaje es más ameno, sino porque así se llega más lejos.
a veces viajo con un lápiz para señalar lo que me gusta...un libro en la vorágine de lo urbano es como algo íntimo que te acompaña!
ResponderEliminarYo siempre tengo un lápiz, no sólo para subrayar cosas lindas sino para anotar algo que se me ocurre y no quiero olvidar. Por ejemplo, escribir sobre los libros...
ResponderEliminarY comparto, Matilde, esa sensación de lo íntimo en medio de la ciudad...
Simplemente me encantó. Besos
ResponderEliminarGracias, me alegra...
ResponderEliminarBesos para vos también :)